En ocasiones de dolor, angustia y soledad el ser humano se cuestiona ¿cuál es la misión de su vida?, ¿cuál es el propósito para el cual fui enviado?, ¿porqué continúo vivo ante tanta adversidad?.
La pregunta tiene lógica, sentido, pero… ¿Es la pregunta que Dios quiere que nos hagamos? Leamos esto. En 1Reyes 1-9 nos relata el Pacto de Dios con el Rey Salomón y donde este le dice: “He escuchado tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. Yo he santificado esta casa que has edificado para poner mi nombre en ella para siempre y en ella estarán mis ojos y mi corazón, todos los días. Si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardaras mis estatutos y mis decretos, yo afirmare el trono de tu reino sobre Israel. Mas si obstinadamente os apartareis de mi rostro y vuestros hijos nos guardareis mis mandamientos y mis estatutos, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado y ésta casa que he santificado a mi nombre yo la echaré delante de mi e Israel será por proverbio y reirán todos los pueblos y a ésta casa, que estaba en estima cualquiera que pase por ella se asombrará y se burlará y dirá ¿Por qué ha hecho así Jehová a esta tierra y a esta casa? Y dirán: Por cuanto dejaron a Jehová su Dios que había sacado a sus padres de Egipto, y echaron mano a dioses ajenos y los adoraron y los sirvieron por eso ha traído Jehová sobre ellos todo este mal.
Así de simple es, causa efecto, el padre dice claramente que debemos cumplir con nuestra palabra empeñada, que debemos ser fieles a El, no importa la circunstancia aferrarnos a su promesa, por que nuestro tiempo nos es su tiempo, debemos enfocarnos en el principal propósito de nuestras vidas y es su presencia en ella.
En ocasiones nos cuestionamos ¿cómo podríamos sincronizar los tiempos? ¿cómo podríamos sincronizar las escrituras con nuestras vivencias cotidianas?, el señor es sabio y su palabra es perfecta, ajustable a cada situación, cada tiempo, a cada época. Dios nos pide que nos enfoquemos en El, que trabajemos en y para su reino, no nos dejemos llevar por los Dioses de nuestro tiempo que son: El Poder, El Dinero, La Vanidad, La Lujuria, falsos dioses que nos alejan del preciado tesoro que es nuestra familia, hijos, esposa, padres, hermanos, amigos, etc., nos alejan del verdadero amor que se manifiesta en la solidaridad, en la entrega verdadera de amor hacia el prójimo. No permitamos que nos ganen la batalla, oremos, ayunemos y hagamos la voluntad del padre en obediencia y su gracia permanecerá por siempre.
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